Capítulo
19:Roger
Tenía el sitio perfectamente elegido y creí a pies juntillas que nada podía salir mal, todo lo hacía por mi espectacular Kimberly. Había llegado a la conclusión de que quería más a Kimberly de que la odiaba. Era
tan guapa... éramos como Romeo y Julieta de Shakespeare, los dos de clases
diferentes pero ambos se amaban, aunque Kim no quisiera admitirlo. O al menos eso me decía a mi mismo, ya que hacía la situación más ligera. Le iba a
pedir al conserje que me dejara estudiar en la biblioteca, como ya había hecho
antes cuando estábamos en las semanas de exámenes. Nadie sospecharía nada, lo
tenía todo controlado, hasta tenia las horas apuntadas por donde pasaba el conserje para no
encontrármelo. Ahora mismo estaría por el pasillo de al lado de la clase de
matemáticas, y mi objetivo era quitarle las llaves de la biblioteca.
Fui hacia esa parte del pasillo, y allí me encontré a Alberto,
el conserje, justo como lo había esperado. Me acordé de Alberto; éramos viejos amigos. Él estaba con su carretilla de la limpieza, intentando cambiar la bolsa
de la basura. Que trabajo más penoso tenia, viendo eso hacía que me dieran ganas de estudiar aún más de lo que ya lo hacía. Giró su cabeza
hacia mí y se le dibujó una sonrisa en la cara.
-Hombre, Roger, cuanto tiempo.-dijo Alberto al verme. Supuse que era ironía
porque casi todos los días me quedaba en la biblioteca, aunque era verdad que
hacía mucho tiempo que no me quedaba a estudiar, exactamente dos días. Puse una
sonrisa de oreja a oreja, la verdad es que fingía bastante bien.
- Sí, he venido para estudiar matemáticas, ya sabes, la
semana de exámenes.- dije con una risa nerviosa.
-No me esperaba menos de ti.- sonrió, rebuscó en su bolsillo
y sacó las llaves que abrían todas las puertas, así también podría abrir la
puerta de la aula de mates. Si es que no era más listo porque no podía.
-Toma.- dijo, extendiéndome las llaves. Después de que las
cogiera, me dijo- Ya sabes, cuándo acabes me las dejas en el casillero y ya las
cogeré el próximo día.
-Gracias.-sonreí a Alberto. Todo iba siguiendo su cauce
Alberto fue a coger la escoba y como ese hombre no era bueno en nada, se le cayó todo el limpia-suelos. La mancha se fue extendiendo
tanto que me empapó la punta de los zapatos. Pegué un chillido, eran mis bambas nuevas. Estaba a punto de dejarlo ahí solo después de soltarle cuatro cositas, pero me daba pena y una de mis virtudes era
ser comprensivo. El pobre hombre sacó la fregona.
-Ya es la segunda vez esta semana.-dijo Alberto excusándose.- Me hago mayor, Roger, y cada vez soy más patoso.- y tanto que lo era, la primera fase era reconocerlo.
-¿Quiere que le ayude?.-en realidad no quería hacerlo, no era más
que un contratiempo, pero era un buen estudiante y no quería que pensase mal de mi.
-No hace falta, tú dedícate a estudiar y no acabes como
yo.-dijo tristemente mientras pasaba la fregona por todo ese desastre.
-De acuerdo.-me fui sin mirar atrás. No me importaban mucho sus historias de
viejo sin oportunidades y ese comentario final me había molestado. Estaba claro que yo iba a ir a una de las mejores
universidades del mundo, no me iba a pasar como a ese hombre, mis expectativas
para la vida eran altas. No acabaría fregando suelos. Claro que no.
Fui recorriendo el largo pasillo hacia la biblioteca, que era
como mi segunda casa. Todo lo que más quería estaba allí, los LIBROS, llenos de
sabiduría y aprendizaje. Pero no los libros de novelas, no. Estaba hablando de enciclopédias y de libros de reportajes científicos. Hoy me apetecía un poco de física y química para pasar el tiempo hasta que Alberto se fuera. No
entendía como decían que era difícil de entender, si eran muy sencillos los
átomos y las moléculas, y en cambio lo que yo no entendía eran las series esas de adolecentes ¿Para
que servían? Para ver a gente llena de hormonas y como beben alcohol, eso no
era nada educativo, ni divertido, después así salían los niños de zopencos. Abrí
la primera página, la información me llegaba como una agradable brisa de
verano.
Estaba sentado en una de las butacas que había al fondo,
donde nadie me podía ver, aunque no
estuviera haciendo nada malo. Cuando
estudiaba me gustaba estar en un sitio tranquilo y sin ruido, de repente
escuché como la puerta se abría. ¿Qué quería el conserje ahora?. Era un pesado,
¿es que no sabía que estudiar era sagrado para mí?
Fui hacia la puerta y me encontré al más zopenco de todo el
instituto, no entendía como esa cabeza de chorlito podía ser tan popular y
salir con una preciosidad. Si, hablaba de Sam, aunque había algo de diferente
en su cara; no parecía el mismo, normalmente era la sombra de Kimberly y siempre
tenía esa sonrisa bobalicona, pero ahora parecía decaído y su vitalidad se
había ido al traste. Tenía los hombros hundidos y parecía vagabundear sin sentido. Alzando la voz le dije:
-¿Qué haces aquí? ¿Es que te ha plantado Kimberly?-me reí, aunque sabía que eso era imposible. Él me
echó una mirada asesina, y rápidamente me giró la cara. Me quedé de piedra; con que había dado en
el clavo. Seguí, pero esta vez no callé nada de lo que tenía que decirle:
-Se habrá dado cuenta de que eres un tonto y
necesita alguien más listo a su lado.- "alguien como yo", pensé pero no lo dije por si me pegaba un
puñetazo, después de todo él era un jugador de futbol americano.
-Cállate la boca, cuatro ojos.-espetó, si es que no sabía ni insultar. No había sido nada original. Hasta sentí pena por él, pero en un segundo se esfumó. Todo comenzó a
entrelazarse en mi cerebro. Ahora Kimberly estaba libre, era mi gran oportunidad
de hacer que se enamorara de mí.
-Oye deberías irte de aquí, si no vas estudiar, ¿o es que me querías
vigilar para ver si robo el examen? ¿Querías asegurarte de que te hacía el trabajo sucio?- le miré a través de mis lentes, entrecerrando los ojos al hacer la pregunta.
-Pero que dices, solo había ido a ver a Kimberly, pero no me
esperaba encontrarme eso.-dijo, sin ni siquiera mirarme. Se sentó. La curiosidad me venció, ¿que había pasado? Tendría
que preguntarle más cosas.
-¿Qué te ha pasado?- me volvió a mirar, me pareció ver que se
le anegaban los ojos de lágrimas. ¿Acaso el idiota se había enamorado de ella? No, Sam no conocía el amor. Que duro es que te planten para los
cortos de miras.
-No te importa.-dijo secamente, con que no quería hablar....
-Oye, ¿no te gustaría desahogarte? Una vez hice un cursillo de psicología.- ¿para qué me ofrecía a ayudarle? Si es que era un estudiante de matrícula.
-Claro que me gustaría, pero no contigo, no eres más que
rata chismosa.-Sam pronunció la palabra rata con odio. Pero que decía este de rata, las ratas de laboratorio hacían
una gran función en el mundo, gracias a ellas se han curado muchas
enfermedades. Pero Sam comenzó a balbucear. - Le hubiera pegado más fuerte a ese tío. ¿Como...? No me lo creo. Por Dios, si era
mi mejor amigo. Ya no se puede confiar en nadie.-Con que se había
peleado con el tal Carter ese, otro zopenco de mucho cuidado. ¿Pero es que
Kimberly no sabía elegir chico? Me tenía a mi delante y no me veía. ¿Por qué el amor era tan ciego?
-Y que lo digas.-dije, él se pensó que no le había
escuchado, así que vino hacia mí y me cogió de la camiseta.
-Que te calles, ¿vale? No he pedido tu opinión.-estaba bastante nervioso, quería que
me soltara.
De repente las luces se apagaron. Alberto gritó:
De repente las luces se apagaron. Alberto gritó:
-¿Hay alguien?- iba a contestar pero Sam rápidamente me tapó
la boca y nos escondimos
entre las estanterías, quería explicarle que el
conserje me había dejado entrar, pero no me dio tiempo. Alberto cerró la puerta,
y como había dejado las llaves en la cerradura, se las llevó.
Nos habíamos quedado encerrados en la biblioteca.
Me puse aún más nervioso. ¿Que haríamos el y yo encerrados? Sam podría matarme o algo ya que ese tio estaba tonto, se le podía caer sin querer un libro
en la cabeza y dejarlo peor. ¿Porque me pasaba esto a mí? Tenía que
mantener la calma.
-La hemos cagado.-soltó Sam con miedo.
Por una vez estaba de acuerdo con él.
Por una vez estaba de acuerdo con él.
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