Me quedé mirándola sin llegar a comprenderla del
todo. ¿Un as en la manga? ¿Qué as? Ella sonreía misteriosamente, mientras
se retorcía varias veces un mechón de pelo con los dedos. Caray, que guapa que
era. Meneé la cabeza.
-Nena, ¿de qué estás hablando?
-Peque, tengo un plan.
-¿Qué?- abrí mucho los ojos.- ¿Un plan para qué?
Espera, un momento. ¿Me había llamado peque? Odiaba
que me llamara así, era yo quién tenía que llamarle peque a ella, no ella a mí.
En fin, lo dejé pasar, tenía cosas más importantes en las que pensar. Kimberly
me miró con dulzura. Me sorprendió, normalmente ella era poco tierna, era más
bien un terremoto andante que provocaba una intensidad enorme.
-Van a robarnos el examen.
De repente, Kimberly captó toda mi atención.
-¡¿Que qué?! ¿Quién?
-Esa persona aún no lo sabe, pero le obligaré a que
robe el examen. Lo tengo todo preparado.
Me pasé la mano por la cara. ¿Robar un examen? ¿Y
quién lo iba a robar? ¿Kimberly le iba a forzar a robarlo? Robar un examen… Eso
sería un puntazo, eso era innegable, ya que así aprobaría y entonces no bajaría
de categoría en el futbol americano del equipo escolar y eso supondría que
Kimberly no me iba a dejar. Porque, siendo realista, a Kimberly le importaba
mucho mi estatus social. Bueno, a mí también. Pero entonces, si no era la
estrella del equipo, me dejaría por Carter o Paul. Sentí una punzada de…
¿celos? Probablemente yo haría lo mismo en su lugar, en este insti éramos
bastante superficiales,- ¿he dicho ya que soy muy superficial? – pero se estaba
tan bien a su lado… Aparte de que nuestra relación era muy intensa, mi
popularidad había subido gracias a ella, y ahora era algo parecido a un Dios y
Kim, a una diosa, porqué todo lo que decíamos iba a misa. Shon me seguía por
muy poco, era muy simpático y tenía un cuerpo casi como el mío. Sé que si lo
quisiera, podría ser más popular que yo, pero a él no le gustaban esas cosas, y
daba gracias por ello. Kimberly lo adoraba.
Sacudí la cabeza, me había distraído mucho del tema.
Kimberly taconeaba, impaciente por mi respuesta. Se cruzó de brazos.
-¿Y bien?
-Pero… ¿quién lo robará?- eso aún me preocupaba.
Mientras, caminábamos hacia el comedor. Era la hora
del almuerzo y tenía un hambre de mil demonios. Me reí mentalmente. De mil
demonios. Curiosamente, aunque los estudios en general se me dieran de pena-
excepto gimnasia, por supuesto- la lengua era algo que me iba bastante bien. Mi
madre siempre decía que hablaba como si fuera una persona más lista de lo que
en realidad era. Qué maja, ella. Pero era verdad, tenía muchísima hambre. Por
suerte, hoy no había menú vegetariano, que era asqueroso. Hasta oler la verdura
me hacía tener nauseas.
Me quité la chaqueta del equipo escolar de futbol
americano, esa que era típica en todos los instis y en todas las películas. Me
hacía sentir poderoso, esa chaqueta, alguien importante, pero me la quité de
todos modos, hacía mucha calor en los pasillos. Y en el comedor aún haría más.
Kimberly, mientras tanto, se atusaba el pelo cada dos por tres, como si al caminar
se le hubiera enredado o pegado al pelo. Supongo que era una manía. Justo
cuando iba a responder a mi pregunta, aparecieron Carter y el séquito de
animadoras de mi chica.
-Te lo cuento luego.- dijo susurrando.
-Vale.- acepté yo, también susurrando.
Carter se acercó a mí y nos saludamos con un fuerte
apretón de manos y un abrazo. A Carter lo conocía des de hacía un par de años y
se había convertido en mi mejor colega. Un amigo en con quién confiar. Un amigo
para irse de fiestas locas y con el que hablar de las pibas más buenas del
insti. Todo en uno, era genial. Y además él era el único que me decía a la cara
la verdad, como que tenía mucho músculo y poco seso, y tenía razón, en los
estudios no era el mejor que digamos. Y salir con Kimberly me daba otro punto a
favor: su padre era un “benefator” o “benefactor” o como se llamase. Era uno de
esos que daban mucho dinero. Kimberly ni siquiera tenía que esforzarse en hacer
deberes o estudiar, aprobaba seguro. Y yo, al ser su chico, necesitaba una
media de cinco para poder aprobarlo todo. Sin deberes, sin castigos. Su padre
era muy educado, estricto y hasta algo simpático. Lo había visto una vez y me
calló bastante bien. Pero era un padre. Así que no tenía por qué pensar más en
él. Kimberly, sin lugar a dudas, era la niñita de papá. Tampoco es que hubiera
más que elegir, era hija única. Su madre
estaba casi igual de buena que mi chica, incluso podían pasar por hermanas,
aunque eso era porqué se operaba cada dos por tres. Alguna vez Kim me lo había
comentado, aunque no le gustaba demasiado hablar de su madre. Mary, la madre,
era tan educada como el padre, pero era manipuladora y más fría que un cubito
de hielo. Nunca me había caído especialmente bien su madre.
Nos sentamos en nuestra mesa, en la que nos
sentábamos lo mejorcito del insti. Lo sé, soy un poco creído. Pero era la
verdad, y esto funcionaba así: los populares a un lado y los frikis a otro.
Pesase a quién le pesase, y no había más que decir.
Carter se sentó frente mío y Kimberly a mi
izquierda, aunque era como si no estuviera, ya que ella iba a lo suyo, estaba
absorta hablando con sus amigas. Y yo los chicos empezamos a mandarnos
whatsapps para hablar de las tías, lo sé, penoso, pero es que si Kim se
enteraba de que hablaba de eso, me cortaría las pelotas, se las pondría como
collar y luego me dejaría. Ella sabía dar miedo. Además, no estábamos todos en
la mesa, solo estábamos Carter, Paul y yo. Jackson, Martin y el Oso, estarían o bien castigados o no sé
dónde. Hicimos una pequeña votación por whatsapp para puntuar a las 5 chicas
que estaban más buenas del insti. Me aseguré de que Kim no se enterara. Bien,
estaba hablando de secadores y planchas. Luego se giró un segundo para mirarme.
-Sam, voy a pedir, ahora vuelvo.- me dio un pico
rápido y se fue.
La primera de la lista fue Kimberly, como no. Sonreí
al leerlo. ¿Quién iba a ser si no? La mejor de todas, mi perfecta novia. La
segunda fue Chloe, una de las animadoras, y estaba muy buena, tenía un culo
que… Solté una risita. Kimberly la odiaba, a muerte. Se llevaban como el culo.
La tercera fue Lauren, una que iba a mi clase. Era monilla, si, y tenía un buen
cuerpo, pero para mí había un par que estaban mejor. La cuarta fue la novia de
Martin, Eileen, o Lynn, como la llamábamos nosotros. Tenía una larga cabellera,
era morena y tenía ojos verdes. ¿Conclusión? Un pibón. Aunque era totalmente
propiedad de Martin, llevaban saliendo un año y dos meses. ¡Un año y dos meses!
Jesús, cuanto compromiso. Yo no lo soportaría. Mi máxima relación había durado
cuatro meses. Me cansaba rápidamente. Y cuanta monogamia, también.
Sinceramente, hacerlo con la misma persona tanto tiempo… Creo que me aburriría.
Incluso los chicos y yo habíamos bendecido a Martin como Don Monogamia. Pero se
querían un montón, saltaba a la vista. Ni él la engañaría nunca ni ella a él.
¿Algún día cortarían? Empezábamos a dudarlo. Y esa relación los había cambiado.
Antes Martin era como todos nosotros: loco, superficial, playboy… Bueno, eso de
playboy era un poco exagerado. Ni de lejos me superaba a mí, a Carter o a Paul.
Y ahora era más calmado, tenía algún que otro amigo friki… ¡Que valiente!
Aunque por todo lo demás, seguía siendo nuestro Martin. De repente, el móvil vibró. La quinta chica. La
última me sorprendió cantidad, hasta casi me atraganto con el chicle que
llevaba en la boca. A ver, era mona, tenía los ojos bonitos, y tenía unas
buenas tetas, pero parecía una vagabunda. Era una negada social. Era una
rarita. ¡Era hippie! E iba a mi clase, y como si al nacer hubieran sabido que
se convertiría en una come coles, se llamaba como una flor. ¿Y cómo se llamaba?
¿Rose? ¿Margarite? O era… ¿Violet?
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